El asfalto se ha convertido en caminos de tierra gris que emanan polvo. Es difícil respirar al andar, y los pies llenos de sangre tampoco ayudan. Lo que ayer eran edificios ahora son montañas de roca y escombros peligrosamente inestables y sin posibilidad de servir como refugios. Todo esto sin contar con la ingente cantidad de basura que hay por todos lados, producto de la desatención de la misma por la precariedad de la situación. No queda nada en pie de lo que podía considerarse bello o digno de admiración.

La visión global es aterradora. No puedo seguir buscando nada por mi cuenta, en cualquier momento voy a desmayarme por puro agotamiento.

Por fin consigo encontrar un sitio donde parece que se puede descansar. No hay edificios cerca y la gente se ha reunido. Todos estamos igual, parecemos sacados de un relato de terror; mire donde mire, veo miseria. Parece como si todos hubiéramos sacado la ropa de un vertedero, llenos de gravilla y mugre. Apenas he conseguido sacar nada que me sirva de las ruinas de mi casa, pero es lo que tengo. Me quedaré aquí como los demás.

Durante días he podido sobrevivir con lo que llevo en la mochila y parece que los demás también, deben haber tenido más suerte al haber estado en el frente contrario a donde empezaron los ataques. Pero parece que ninguno nos hemos salvado. Hay niños y ancianos, pero su número es alarmantemente menor que el de hombres y mujeres de mediana edad. A veces me ofrecen su ayuda, me preguntan si me falta algo o si necesito cualquier cosa. Yo digo que no, aún tengo provisiones y no se tienen por qué molestar, pero no sé por cuánto tiempo.

Han pasado semanas y mis carencias son más alarmantes que antes. El estómago no ha dejado de dolerme en días, y me siento enfermo y sin posibilidad de llevar una higiene decente. Me siguen preguntando si necesito ayuda, y yo sigo respondiendo que no, pero no entiendo por qué. Me da vergüenza aceptar algo que puedan necesitar. Puedo valerme por mí mismo. O al menos eso es lo que me gustaría creer.

Me siento débil, pero creo que es hora de ser sincero conmigo mismo. Me da vergüenza aceptar nada de nadie. Siempre he renegado de la compañía de los demás. No puedo mirar a nadie a la cara por temor a que me vean los ojos. ¿Cómo voy a aceptar comida de nadie, si hace días esa misma persona me hubiera despreciado por mi comportamiento, y yo a ella? No sé si me conocerán o no, pero no puedo dejar que lo hagan.

Soy esclavo de mi pasado. Me iré de aquí, no lo aguanto más.